Una
madre harta de repetir a su hijo que ordene el cuarto, le dice un
día: “Me gusta ver tu cuarto ordenado, me siento feliz, me resulta
mas fácil de limpiar y me hace sentir orgullosa de ti.” Y el hijo
le responde: “No sabia que era importante para ti... Como lo
repites tanto...”.
Nuestras
palabras y nuestras acciones se pierden habitualmente en unos guiones
cotidianos que vivimos como un rumor de fondo, que aprendimos no se
sabe ya cuando y a los que ajustamos nuestras vidas. Viviendo
mecánicamente impedimos que nuestras acciones resalten en la vida. Y
muchos de estos guiones arrancan de los 5 años.
Muchas
cosas que no nos funcionan en la vida, gran parte de los problemas
que nos surgen proceden de estos guiones, de esa rigidez con la que
vivimos la vida. Y como una forma de tratar de arreglarlo nos damos
prisa, queremos las cosas ya, tratamos de hacer más de lo mismo que
ya hacemos, repetimos más las cosas, etc. Y el resultado que
obtenemos es crearnos ansiedad.
¿Cuál
es el camino? Una vez más, volver al presente, a lo que hay, a
reconocer cómo están hoy las personas que nos acompañan, cómo estoy
yo hoy, al aquí y ahora. Y encontrar el momento y la forma adecuada
para la situación que vivimos.
Pensamos
que podemos y tenemos que dirigir nuestras vidas y quizás hasta las
de los que nos rodean, que nosotros sabemos lo que es mejor para
todos y nos sentimos obligados a hacer lo que creemos conveniente.
Pretendemos controlarlo todo y salimos de ahí, por lo menos,
frustrados.
En
la vida estamos yo, el otro o los otros y algo que es superior a
nosotros. Unos lo llaman Dios, otros el Universo, yo lo llamo la
Vida. En la Vida hay un orden, y unos ritmos, gran parte de ellos los
podemos reconocer en nuestro cuerpo, en nuestra biología. Y en los
hechos que suceden nosotros tenemos una parte de la acción, el otro
o los otros también tienen su opinión o su parte de la acción y
hay una tercera parte que corresponde a la Vida. Y compruebo y me
maravillo continuamente de que las soluciones que plantea y que
surgen de la Vida suelen ser más completas que las que nosotros, los
humanos, habíamos planeado.
Pero
para conectar con ellas es necesario esperar al momento adecuado y
encontrar la forma adecuada.
Necesitamos
reconocer lo que necesitamos o deseamos, estudiar la forma adecuada
de obtenerlo, que tanto puede ser por alguna acción como por dejar
de hacer algo, y entonces, saber esperar. Y actuar o no en el
momento adecuado que nos daremos cuenta de que ha llegado si estamos
prestando la atención necesaria.
Además
de cuándo, es importante cómo hacemos las cosas. Bajar la voz en
lugar gritar nos permite muchas veces facilitar la escucha.
Y
a veces no se trata de no tirar piedras al río sino de hacerlo donde
no haya personas a las que pueda mojar.
Cuando
nos atendemos y reconocemos, cuando también lo hacemos con el otro y
atendemos al presente, al aquí y ahora, estamos fluyendo con la vida
y nos resultara todo mucho mas fácil, podremos vivir con el esfuerzo
justo.