Una pareja, un compañero, un amigo.
Unos
valores parecidos y ganas de disfrutar de la vida.
Un
camino en común, un proyecto de vida construido entre los dos.
En
Terapia de pareja, cuando viene una pareja con problemas y veo
complicidad en ellos, casi seguro que esa relación va a poder seguir
adelante, aunque haya habido infidelidad.
A
veces es una mirada de reojo, saber si el otro está de acuerdo con
lo que digo, con lo que opino. Complicidad significa “estamos
juntos en esto” sea bueno o malo.
La
complicidad refleja una relación de igualdad, ninguno se
siente por encima del otro, ninguno hace de padre o hijo, ni se pone
a mandar. Más que ayuda, hay colaboración y respeto por la
autonomía del otro.
No
funciona emparejarte con tu media naranja, con la persona que
tiene aquello que tú crees no tener. Esa relación dura poquito,
quizás el tiempo de enamorarte y desenamorarte.
Está
en la naturaleza de todo ser humano la tendencia a completarse en uno
mismo. Es necesario que, a lo largo del tiempo, se vayan
produciendo reajustes en los que participen ambos. El camino de
una relación sana es hacia dos personas completas, autónomas que
comparten parte de su vida.
El
amor incondicional es inadecuado en la relación de pareja. La
disponibilidad permanente hacia la otra persona mata el deseo.
Se desea lo que no se tiene.
La
relación de los padres hacia hijos es de amor incondicional, y
funciona. La disponibilidad permanente les da seguridad. No es
reversible, los hijos no pueden dar lo mismo a sus padres, no pueden
darles la vida.
Pero
para que funcione una relación de pareja el amor ha de ser
bidireccional, en igualdad de condiciones: los dos dan y los dos
reciben el 50 %.
Y
cuidado con dar demasiado porque el otro se puede sentir incapaz de
dar tanto y puede suceder que se abandone a recibir. Más no siempre
es mejor.
Poner
a los suegros, suegras, padres y madres por delante no funciona.
Comprobadísimo.
Es
importante que tus padres acepten a tu pareja y también es necesario
que la nueva relación y la familia que formes tenga prioridad.
No
funciona tampoco hablar sin que te importe si el otro se ha enterado
de lo que has dicho. De verdad,
no funciona. Si quieres llegar a algún acuerdo y quieres que sepa lo
que opinas de algo, asegúrate de que está escuchando. Pregúntale
que has dicho. Te sorprenderás.
Si
quieres dialogar en pareja con calidad necesitáis practicar la
escucha activa: Consiste
en escuchar al otro con la mente en blanco, sin suponer lo que va a
decir o lo que voy a responder. Sólo atento a lo que dice.
No
funciona hablar para acusar, reprochar y criticar.
Se pondrá a la defensiva, se cerrará y no se enterara de nada. Cada
frase que empieza por “Tú...” es como un dardo que lanzas y da
pie a que el otro te lo devuelva.
Si
quieres comunicarle algo a tu pareja, es más fácil, habla de ti.
Empieza las frases por “Yo pienso...”, “Yo veo...”, “yo te
oigo...”, si hablas de ti, de lo que necesitas, quieres, pides,
opinas,...el otro puede escuchar sin sentirse agredido.
La
calidad de la comunicación da un pronostico bastante acertado de si
vais a poder resolver los problemas que traéis a terapia y continuar
un camino de bienestar.
Las
mentiras no funcionan y dan mucho trabajo. Necesitaras acordarte
de ellas y resolver la pelea que se ha montado cuando te han
descubierto.
Vivir
con sinceridad es mas fácil. También se llama asertividad o
ser capaz de expresar lo que sientes sin agresividad, con calma. Es
la realidad. Una comunicación sincera y en el momento oportuno
generalmente mejora la situación.
¡Cuidado
con la critica disfrazada de sinceridad, esa no vale!.
Las
palabras tienen valor si los hechos y tus acciones las acompañan.
Busca la coherencia. Las palabras se las lleva el aire pero los
hechos permanecen. Es más verdad lo que haces que lo que dices.
Una
pareja para ser una relación de pareja, es necesario que tenga un
proyecto de futuro en común. Si
no hay, si no lográis crearlo, es muy posible que rompáis y volváis
una y otra vez en ese intentar que funcione.
Es
imprescindible un proyecto de futuro construido entre los dos para
ser felices y comer perdices.
Marta
Vidal Ginestal