Lo
que tenían que ser dos agradables días frescos, para el mes de
agosto, se convirtieron en una catástrofe.
Tenía
un nombre, DANA, y aunque no era un simple nombre, lo parecía. Iba a
cubrir todo el país dejando terribles tormentas e inundaciones.
Salían en la televisión mapas del tiempo en colores: Alerta
amarilla, naranja y roja, que cubrían todo el país. Colores que
estimulaban las emociones, alimentando sobre todo el miedo que
transmitían las palabras.
La
madre, enferma de fibromialgia, era la más sensible al miedo, la más
emocional y la que sentía más impotencia para afrontar el mundo. Se
tuvo que meter en la cama.
El
padre empezó a sentir molestias.
El
hijo notó que su estómago se le agarrotaba, se le hacía un nudo y
la acidez le subía hasta la garganta.
En
ese hogar, como en tantos otros, no se hablaba de emociones, pero las
sentían y las transmitían, provocando un eco que agrandaba el
efecto de las noticias de la catástrofe que se avecinaba.
Llegó
la fecha prevista y pasó. El resultado de la “catástrofe”
anunciada fue:
-algún pueblo con riada, porque se está edificando en rieras por donde suele pasar agua cuando llueve.
-algún pueblo con riada, porque se está edificando en rieras por donde suele pasar agua cuando llueve.
-gran
parte del país disfrutando de una temperatura agradable, que
recordaba que se acaba el mes de agosto.
-una
familia, por lo menos, diagnosticada de gastritis, recetada, y con un
gran malestar que no se ha marchado una semana después. No nos
enseñan en el colegio a manejar las emociones.
LA
REALIDAD ES MUCHO MÁS BENEVOLENTE QUE LAS PERSPECTIVAS CATASTRÓFICAS
QUE NOS IMAGINAMOS
A
veces parece que la imaginación es más real que la realidad y
preferimos quedarnos en ella. Estamos equivocándonos.
La
realidad es mucho más benevolente que las perspectivas catastróficas
que nos montamos habitualmente sin motivo.
Seguro
que la vida nos va a traer algo que no nos guste pero, mientras
tanto, ¡disfrutemos la realidad!