Cuando
viene al despacho alguna persona con depresión, en crisis, con
tratamiento o sin él, habitualmente en un mes, 4 o 5 sesiones, se
sostiene. Yo no busco ni trato que se sientan”bien”, sino que
reconozcan y acepten lo que les esta ocurriendo, sin tratar de
evitarlo (porque la mayoría de las veces no es evitable, por eso están deprimidas). ¿Cómo se va a sentir alguien bien cuando les
ocurre algo que no les gusta?
Moverse
sólo entre el “bien” y el “mal” no funciona. Yo les digo
siempre que, cuando pregunto: ¿cómo estas?, la respuesta: “bien”
o “mal” no es informativa. Simplemente indica si les gusta cómo
están. Si yo les pregunto cómo es tu casa y me dicen “bonita” o
“fea”, solo sabré si les gusta, no me informa de cómo es la
casa.
Así pues necesitamos aprender a:
-poner
más nombres a nuestros estados internos y no limitarnos al “bien”
o “mal”.
-y
que la vida no nos trae sólo cosas que nos gustan, que es necesario
aprender a afrontar todas las cosas, nos vengan por donde nos vengan.
Y
las personas son capaces de aprender pronto. En un mes suelen
sostenerse ya, el llanto disminuye a mínimos y sienten ya que no se
derrumban, van encontrando un apoyo en su interior que les permite
reconstruir su vida.
Cuando
no es así, cuando se alarga el estado depresivo en el tiempo, cuando
la persona después de recuperarse y encontrar apoyo en ella misma
vuelve a debilitarse o derrumbarse, seguro que el sistema familiar
está implicado . Es necesario trabajar con el sistema familiar o ver
que pasa con la pareja. Seguro que hay un “salvador”. Porque
tengo comprobado que cuando una persona se pone depresiva y su pareja
o su familia no le hace ni caso, sale de la depresión por sí
mismos, aunque sea a regañadientes.
¿Y
qué es un salvador?
Pues
un salvador es una persona que se ha creído que es mejor ser héroe
que ser víctima, que llorar y estar triste es malo, que no hay que
enfadarse con los demás, que hay que dar amor incondicional a todo
el mundo, que va de padre o madre universal evitando a los demás las
emociones “negativas” y diciéndoles lo que tienen que hacer sin
reconocer y respetar su autonomía y capacidades. ¿A que hay muchos
así? ¿A que casi todos somos un poco salvadores?
Pero
lo que ocurre es que esta actitud de salvador cronifíca la
depresión. Hay una dependencia emocional con la persona deprimida:
El salvador rechaza algunas emociones y el deprimido se apega a
ellas. El salvador trata de salvar de esas emociones y la víctima o
la persona deprimida busca ser reconocida cuando esta sintiéndolas.
Cuando uno esta deprimido se siente victima de las circunstancias e
incapaz de actuar frente a ellas.
¿Por
qué no funciona ser salvador?
Porque
no es mejor ser víctima que salvador, son distintos papeles que
diferentes circunstancias que nos suele traer la vida.
Porque
llorar y estar triste no es malo, es una emoción necesaria con causa
justificada y lo perjudicial es quedarse enganchado en esa o en otra emoción en lugar de dejarla pasar.
Porque
es necesario y saludable enfadarse a veces con alguien y poner
distancia emocional por lo menos.
Porque
el amor incondicional es sólo válido y saludable de los padres
hacia los hijos, en las demás relaciones es necesario poner
condiciones.
Porque
cuando vamos de padres de los demás adultos que conviven con
nosotros, nos frustramos y estresamos porque no estamos respetando su
capacidad para dirigir ellos mismos su vida.
Porque
nos han enseñado a rechazar algunas emociones y eso sí es un
problema. No sabemos manejarnos con ellas y las rechazamos o tratamos
de evitarlas en lugar de dejarlas pasar.
La
única salida válida que he visto en estas depresiones crónicas es
que el salvador o los salvadores (a veces son unos cuantos),
participen en el proceso de terapia. Cuando es así, y el salvador
ajusta también por su parte lo que no funciona, la persona suelta la
depresión con facilidad.
Y
es que nadie te puede rescatar del pozo en el que uno se siente
cuando está deprimido. Es necesario aprender que en la vida hay de
todo, reconocer lo que hay y lo que es sin juzgar tanto y aprender a
tocar fondo cuando algo no va como nos gustaría y tirar para arriba
otra vez.
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