EL BLOG DE PSICOLOGIA ALTERNATIVA
Para devolver la psicología a las personas , para devolver a la psicología su humanidad.
El Blog de Psicología Alternativa
jueves, 25 de julio de 2024
martes, 17 de octubre de 2023
miércoles, 8 de abril de 2020
SALIR DE LA ZONA DE CONFORT
La
zona de confort es esa que llamamos “estar bien”:
-”¿Cómo
estás?”
-”Bien,
como siempre, me he acostumbrado...”
-”¿Cómo
estás?”
-”Bueno,
no estoy mal, no estoy..., no....”
-”¿Cómo
estás? Intenta esta vez hacer frases que dejen fuera el “no”.
-”¡No
me duele nada, no tengo dolor!”
Estaba
tan acostumbrada al dolor que ya no se daba cuenta de que en ciertos
momentos no lo tenía. Se había desensibilizado y ya no se enteraba.
La
zona de confort es aquella que llamamos “estar bien”.
Hay
tantos estímulos en la vida que, ante la imposibilidad de manejarse
con todo, hacemos una selección en nuestra vida diaria. La capacidad
de habituación nos hace prestar más atención a lo nuevo y nos
“acostumbramos” a lo más frecuente y dejamos de atenderlo.
El
proceso del cambio
Cuando
aprendemos a conducir ponemos mucha atención, pero a los pocos meses
lo llevamos al inconsciente, y no necesitamos prestar tanta atención
a cómo lo hacemos. Hemos puesto el piloto automático. Nos sentimos
cómodos conduciendo.
¿Qué
pasa cuando tenemos que alquilar un coche que es bastante diferente
al nuestro? Necesitamos volver a poner atención al conducir, como al
principio, pero enseguida volvemos a acostumbrarnos.
Esto
mismo ocurre cuando salimos, o nos sacan, de nuestra zona de confort.
Y
lo llamamos “estar mal”. Traducido a la realidad es estar
incómodos, sentirnos raros, porque son sensaciones y estados poco
habituales en nosotros.
Para
cambiar una conducta es necesario tomar consciencia de cómo la
hacemos, “quitar el piloto automático”, y corregirla. De forma
general también es necesario tener en cuenta la presuposición de la
P.N.L. : “Todas las conductas tienen una intención positiva”, y
conservarla en la conducta nueva.
Al
principio de cambiarla nos sentiremos posiblemente incómodos, raros,
es decir, sintiéndonos diferentes, con algo nuevo que puede ser
hasta sanador. Más tarde lo integraremos y nos encontraremos en una
zona de confort diferente y que funciona mejor.
Estamos
en un momento que sentimos muy surrealista.
Estamos
incómodos y raros, porque nos han sacado de nuestra zona de confort
al ponernos tantos límites. Una situación que sólo imaginábamos
en las películas de ciencia ficción. Y nos sentimos fuera de la
realidad y con mucha incertidumbre.
También
a esto nos podemos acostumbrar.
Cómo
llegar antes a la nueva zona de confort
El
camino es vivir la experiencia real, no la idea que tienes de cómo
es o ha de ser.
¿Disfrutas?
¿No? Pues cuestiónate los pensamientos que te vienen y atrévete a
sentir algo diferente, raro. Atrévete a vivir las experiencias sin
juzgarlas por adelantado o por cómo las vivías antes.
Si
vivías a 100 por hora, vas a sentir bajón.
Si
te valorabas sólo por tu trabajo y te toca quedarte en casa, vas a
sentir bajón.
Si
eras una de esas personas que se valoraba por ser muy extrovertida y
social, vas a sentir bajón.
Si
eras una persona que tenía miedo a quedarse sola, ¿que vas a sentir
cuando vivas la experiencia real?
Generalmente
los miedos se calman cuando uno vive la experiencia real, suele ser
mucho mejor que lo imaginado.
Y
en cuanto al bajón que nos da parar la velocidad que llevábamos, se
trata de aceptarlo. En lugar de pensar que estamos “mal”
(recuerda que “bien” es lo de antes, ir a toda velocidad haciendo
muchas cosas), podemos preguntarnos: ¿Cómo estoy, cómo es esta
experiencia, qué puedo hacer en esta situación nueva, que puedo
aprender nuevo?
Si
nos quedamos quejándonos y rechazando el bajón, nos metemos en
depresión. En cambio, si lo aceptamos, vamos a conectar con la
creatividad, aprenderemos a relajarnos y valorar el descanso, podemos
escribir un diario, pintar o cantar. Tenemos un montón de tutoriales
en internet para aprender cosas nuevas, incluido relajarnos.
Puede
que descubras que si no te gustaba ir a comprar, ahora lo disfrutas.
Puede
que aprendas a hacer tonterías, a perder el tiempo, (algo que no te
permiten las prisas y la ansiedad) y a la vez lo estarás ganando.
Puede
que te des permiso para ser también diferente, para cambiar los
muebles de sitio y hacer cosas que nunca habías pensado que harías
algún día.
Posiblemente
empezarás a conocerte más profundamente y darte cuenta de que
tenías una idea muy limitada de ti misma. Te vas a gustar más.
jueves, 2 de abril de 2020
EL DUELO CUANDO NO PUEDO DESPEDIRME
“No
pude darte la mano, acompañarte y decirte adiós.
No
tuve ocasión de recordar contigo todos esos momentos bonitos que
compartimos.
Hubiera
querido agradecerte tantas cosas...que ahora se convierten en
reproches hacia mí: “Tendría que haber dicho, hecho,...y me
siento culpable, triste y con rabia.”
En
este momento hay muchos hijos que no pueden despedirse de sus padres
porque fallecen en los hospitales o las residencias.
La
situación que vivimos es difícil y se añade la pérdida de un ser
querido.
¿Qué
podemos hacer en esta situación?
Lo
que más ayuda emocionalmente es escribir una carta a la persona que
ha fallecido. Es importante que esté escrita a mano.
Dile
todo lo que te gustaría haberle dicho.
Háblale
de todo lo que te va surgiendo, momentos malos y buenos.
Cuenta
y expresa todo lo que necesites, sintiendo que tu cuerpo se va
aliviando. Sé sincero.
La
herida que sientes en tu interior se empezará a curar.
Desde
el lugar en el que esté en este momento es capaz de aceptar y
entender todo lo que puedas contarle. Incluso lo que en vida te
habría sido imposible decirle.
Puede
que lo primero que sientas sea enfado y rabia porque se ha ido,
sobretodo cuando lo ha hecho antes de tiempo. Me decía un profesor
de religión cuando murió un pariente suyo: “Esa rabia que
sientes cuando se marcha alguien que te ha hecho reír contándote
chistes, que te ha hecho tan feliz”.
Son
muchas veces emociones muy infantiles, tan válidas como las otras.
En
un duelo no sentimos sólo tristeza.
Cuando
son personas mayores las que mueren, se nos hace más fácil pasar el
duelo porque ya hemos empezado a aceptar la separación.
Cuando
son personas jóvenes los que se van es más difícil.
Nos
encontramos de entrada con una sensación de incredulidad, de
irrealidad y negación de lo que ha pasado.
Si
la situación que estamos viviendo con este encierro ya parece
surrealista, es posible que todavía nos lo parezca más.
Luego
llegará la culpa por no haber podido hacer algo más. Y también
hacia los demás, quizás hacia los médicos. Buscamos responsables
como si hubiera una posibilidad de cambiar el final.
Más
tarde, a medida que vamos aceptando la situación, sentimos
impotencia, quizás rabia, y vulnerabilidad ante algo irrevocable
como es la muerte.
¿Cómo
va a continuar mi vida sin esa persona?
En
función de nuestro grado de dependencia emocional puede surgir
miedo.
Y
con el miedo preguntas: “¿Y si...?”, “¿Que hago cuando...?”.
Responde a esas preguntas que te vienen a la cabeza aunque sea con un
“no lo sé”. Son recursos para un futuro.
Lo
peor es que se queden las preguntas en bucle repitiéndose en la
cabeza.
Bajan
las defensas y puedes enfermar. Todavía no es tu momento de morir.
Si huyes del sufrimiento, se cronificará.
Todavía
tienes unos años más en este mundo. Y posiblemente tienes hijos que
todavía te necesitan.
El
periodo de duelo sano es entre 6 meses y dos años.
La
emoción más presente es la tristeza, que expresa el dolor de la
pérdida. Llega al principio más desgarradora, en función con la
cercanía que tenías, y al final de una forma más profunda, en la
que sentimos que hemos tocado fondo.
Y
aunque muchas veces nos parezca que no vamos a poder salir de este
estado, salimos. Atravesamos esa etapa y salimos más crecidos, más
adultos, más seguros, más firmes y coherentes. Notaremos más
confianza en nosotros mismos y en la vida que la que teníamos antes
de que pasara todo esto.
Pero
para ello es necesario que escribamos y escribamos, en forma de
diario, de cartas, de dibujos y sobretodo a mano.
De
esta manera los dos hemisferios cerebrales se unen y colaboramos al
fluir de las emociones.
Las
emociones llegarán, las atendemos, las reconocemos y les ponemos
nombre. Algunas nos resultarán mas difícil aceptarlas, como el
enfado con la persona que muere. Y las dejaremos marchar, sin
agarrarlas, sin retenerlas.
A
veces nos obligamos a sentir tristeza y no nos permitimos el enfado.
No es sano, vamos a somatizar. La emoción ha de llegar y marchar,
pero no por imposición.
No
vale pelearse con ellas, ni rechazarlas ni agarrarlas para darles
vueltas en la cabeza. Cronificamos el duelo, y no se cerraría.
Necesitamos
vivir en ese fluir de las emociones, en el que llegan y pasan.
Necesitamos
permitirnos también reír y recordar los momentos divertidos del
pasado.
Sobretodo
durante un duelo necesitamos vivir en el presente, lo que llega y lo
que se va.
También
es conveniente poder hablar con amigos que sepan acompañar, sin
tratar de consolar, o de sacarte de tu emoción. El camino de salida
es sólo tuyo.
No
es fácil escuchar y acompañar. Es lo que hacemos los psicólogos
cuando pides ayuda para pasar un duelo. Ayudarte a reconocer y poner
nombre a lo que sientes. Aceptar las emociones y soltarlas.
Esta
es la razón por la que he escrito este pequeño articulo y me he
decidido a trabajar en la distancia. No estaba a favor del trabajo
online, pero dada la situación actual es la única forma de poder
hacerlo.
De
los duelos se sale, pero no haciéndose el fuerte, ni superando o
rechazando las emociones.
El
camino del duelo es vivir las emociones que llegan y pasarlas, y de
esta forma ir sanando la herida emocional que sentimos.
Marta
Vidal, psicóloga, Valencia
domingo, 16 de febrero de 2020
NECESITO MI ESPACIO
Necesito
mi espacio para sentirme libre cuando estoy contigo,
para
sentirme enamorada y seguir centrada,
para
poder decirte lo que siento en todo momento,
para
también “ser yo” cuando estoy contigo.
Necesito
mi espacio para no hacerte responsable de mi vida,
para
no tener que estar todo el día pensando en ti,
porque
tu o yo así lo queremos,
para
poder centrarme en lo que vivo en cada momento.
Necesito
ser libre para acordarme de lo que compartimos, tu cara sonriente, tu
voz, tu cuerpo.
Necesito
espacio y libertad para quererte sin tener que complacerte, aunque me
encante hacerlo de vez en cuando.
Necesito
apoyo de tu parte, pero no sobreprotección.
Necesito
espacio para echarte de menos y así desear estar contigo.
Necesito
espacio y tiempo también para mi familia, mi trabajo, mis amigos y
para mi, para cuidarme.
Necesito
libertad para vivir creativamente.
Necesito
reconocerme y validarme cuando mi mundo se derrumba
Muchas
veces montamos todo un mundo alrededor de nuestra pareja, sobretodo
cuando es nuestra primera relación: nos copiamos sus gustos y
aficiones, desatendemos nuestros amigos para salir con los nuevos,
hablamos de sus cosas, de sus temas favoritos, ...pasamos a vivir a
través del otro y me olvido de mi misma. A las mujeres nos sucede
con más facilidad por ser más emocionales.
Y
cuando cortamos la relación sentimos que se nos hunde el mundo
entero. Perdemos los amigos nuevos, a nuestro compañero de
aficiones, nuestras ilusiones y proyecto en común de futuro. Todo se
viene abajo.
¿Y
cómo salgo de ésta situación?
Necesitamos
reconocernos, validarnos, ¿quién soy cuando estoy sin pareja?
¿Cómo
soy, qué me gusta?
Arrancar
de nuevo, en un nuevo caminar, con más experiencia de la vida,
reconociendo todas sus facetas: la pareja, los amigos, la familia, el
trabajo o los estudios y sobretodo yo.
Mi
forma de amar es por lo menos tan válida como la de otra persona.
Y
puedo estar bien, en soledad, conmigo misma.
Y
me puedo amar y cubrir mis necesidades, darme cariño y atención,
interesarme por mis cosas.
Crearme
una vida que me llene plenamente.
miércoles, 4 de septiembre de 2019
PERSPECTIVAS CATASTRÓFICAS
Lo
que tenían que ser dos agradables días frescos, para el mes de
agosto, se convirtieron en una catástrofe.
Tenía
un nombre, DANA, y aunque no era un simple nombre, lo parecía. Iba a
cubrir todo el país dejando terribles tormentas e inundaciones.
Salían en la televisión mapas del tiempo en colores: Alerta
amarilla, naranja y roja, que cubrían todo el país. Colores que
estimulaban las emociones, alimentando sobre todo el miedo que
transmitían las palabras.
La
madre, enferma de fibromialgia, era la más sensible al miedo, la más
emocional y la que sentía más impotencia para afrontar el mundo. Se
tuvo que meter en la cama.
El
padre empezó a sentir molestias.
El
hijo notó que su estómago se le agarrotaba, se le hacía un nudo y
la acidez le subía hasta la garganta.
En
ese hogar, como en tantos otros, no se hablaba de emociones, pero las
sentían y las transmitían, provocando un eco que agrandaba el
efecto de las noticias de la catástrofe que se avecinaba.
Llegó
la fecha prevista y pasó. El resultado de la “catástrofe”
anunciada fue:
-algún pueblo con riada, porque se está edificando en rieras por donde suele pasar agua cuando llueve.
-algún pueblo con riada, porque se está edificando en rieras por donde suele pasar agua cuando llueve.
-gran
parte del país disfrutando de una temperatura agradable, que
recordaba que se acaba el mes de agosto.
-una
familia, por lo menos, diagnosticada de gastritis, recetada, y con un
gran malestar que no se ha marchado una semana después. No nos
enseñan en el colegio a manejar las emociones.
LA
REALIDAD ES MUCHO MÁS BENEVOLENTE QUE LAS PERSPECTIVAS CATASTRÓFICAS
QUE NOS IMAGINAMOS
A
veces parece que la imaginación es más real que la realidad y
preferimos quedarnos en ella. Estamos equivocándonos.
La
realidad es mucho más benevolente que las perspectivas catastróficas
que nos montamos habitualmente sin motivo.
Seguro
que la vida nos va a traer algo que no nos guste pero, mientras
tanto, ¡disfrutemos la realidad!
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