El Blog de Psicología Alternativa

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jueves, 2 de abril de 2020

EL DUELO CUANDO NO PUEDO DESPEDIRME


No pude darte la mano, acompañarte y decirte adiós.
No tuve ocasión de recordar contigo todos esos momentos bonitos que compartimos.
Hubiera querido agradecerte tantas cosas...que ahora se convierten en reproches hacia mí: “Tendría que haber dicho, hecho,...y me siento culpable, triste y con rabia.”

En este momento hay muchos hijos que no pueden despedirse de sus padres porque fallecen en los hospitales o las residencias.
La situación que vivimos es difícil y se añade la pérdida de un ser querido.

¿Qué podemos hacer en esta situación?

Lo que más ayuda emocionalmente es escribir una carta a la persona que ha fallecido. Es importante que esté escrita a mano.
Dile todo lo que te gustaría haberle dicho.
Háblale de todo lo que te va surgiendo, momentos malos y buenos.
Cuenta y expresa todo lo que necesites, sintiendo que tu cuerpo se va aliviando. Sé sincero.
La herida que sientes en tu interior se empezará a curar.
Desde el lugar en el que esté en este momento es capaz de aceptar y entender todo lo que puedas contarle. Incluso lo que en vida te habría sido imposible decirle.

Puede que lo primero que sientas sea enfado y rabia porque se ha ido, sobretodo cuando lo ha hecho antes de tiempo. Me decía un profesor de religión cuando murió un pariente suyo: “Esa rabia que sientes cuando se marcha alguien que te ha hecho reír contándote chistes, que te ha hecho tan feliz”.
Son muchas veces emociones muy infantiles, tan válidas como las otras.
En un duelo no sentimos sólo tristeza.

Cuando son personas mayores las que mueren, se nos hace más fácil pasar el duelo porque ya hemos empezado a aceptar la separación.
Cuando son personas jóvenes los que se van es más difícil.
Nos encontramos de entrada con una sensación de incredulidad, de irrealidad y negación de lo que ha pasado.
Si la situación que estamos viviendo con este encierro ya parece surrealista, es posible que todavía nos lo parezca más.
Luego llegará la culpa por no haber podido hacer algo más. Y también hacia los demás, quizás hacia los médicos. Buscamos responsables como si hubiera una posibilidad de cambiar el final.
Más tarde, a medida que vamos aceptando la situación, sentimos impotencia, quizás rabia, y vulnerabilidad ante algo irrevocable como es la muerte.

¿Cómo va a continuar mi vida sin esa persona?

En función de nuestro grado de dependencia emocional puede surgir miedo.
Y con el miedo preguntas: “¿Y si...?”, “¿Que hago cuando...?”. Responde a esas preguntas que te vienen a la cabeza aunque sea con un “no lo sé”. Son recursos para un futuro.
Lo peor es que se queden las preguntas en bucle repitiéndose en la cabeza.
Bajan las defensas y puedes enfermar. Todavía no es tu momento de morir. Si huyes del sufrimiento, se cronificará.
Todavía tienes unos años más en este mundo. Y posiblemente tienes hijos que todavía te necesitan.

El periodo de duelo sano es entre 6 meses y dos años.
La emoción más presente es la tristeza, que expresa el dolor de la pérdida. Llega al principio más desgarradora, en función con la cercanía que tenías, y al final de una forma más profunda, en la que sentimos que hemos tocado fondo.
Y aunque muchas veces nos parezca que no vamos a poder salir de este estado, salimos. Atravesamos esa etapa y salimos más crecidos, más adultos, más seguros, más firmes y coherentes. Notaremos más confianza en nosotros mismos y en la vida que la que teníamos antes de que pasara todo esto.

Pero para ello es necesario que escribamos y escribamos, en forma de diario, de cartas, de dibujos y sobretodo a mano.
De esta manera los dos hemisferios cerebrales se unen y colaboramos al fluir de las emociones.
Las emociones llegarán, las atendemos, las reconocemos y les ponemos nombre. Algunas nos resultarán mas difícil aceptarlas, como el enfado con la persona que muere. Y las dejaremos marchar, sin agarrarlas, sin retenerlas.

A veces nos obligamos a sentir tristeza y no nos permitimos el enfado. No es sano, vamos a somatizar. La emoción ha de llegar y marchar, pero no por imposición.
No vale pelearse con ellas, ni rechazarlas ni agarrarlas para darles vueltas en la cabeza. Cronificamos el duelo, y no se cerraría.

Necesitamos vivir en ese fluir de las emociones, en el que llegan y pasan.
Necesitamos permitirnos también reír y recordar los momentos divertidos del pasado.
Sobretodo durante un duelo necesitamos vivir en el presente, lo que llega y lo que se va.
También es conveniente poder hablar con amigos que sepan acompañar, sin tratar de consolar, o de sacarte de tu emoción. El camino de salida es sólo tuyo.

No es fácil escuchar y acompañar. Es lo que hacemos los psicólogos cuando pides ayuda para pasar un duelo. Ayudarte a reconocer y poner nombre a lo que sientes. Aceptar las emociones y soltarlas.
Esta es la razón por la que he escrito este pequeño articulo y me he decidido a trabajar en la distancia. No estaba a favor del trabajo online, pero dada la situación actual es la única forma de poder hacerlo.

De los duelos se sale, pero no haciéndose el fuerte, ni superando o rechazando las emociones.
El camino del duelo es vivir las emociones que llegan y pasarlas, y de esta forma ir sanando la herida emocional que sentimos.

Marta Vidal, psicóloga, Valencia

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