El
miedo a equivocarse y el perfeccionismo van de la mano.
El
mes pasado estuvieron cambiando unos cables de las torres de alta
tensión que hay cerca de casa. ¡Lo hacen en tensión, sin cortar la
luz! El hombre que dirigía el trabajo estaba junto con otros colgado
de los cables e iba nombrando con calma y claridad el protocolo, los
distintos pasos que iban ejecutando. Los demás estaban callados y
con una atención plena. Aquí no se oía varias personas hablando a
la vez ni bromas o risas. Este es un trabajo que exige perfección.
Un error puede costar la vida.
Comparemos
esto con una niña española de 6 años que se va a vivir con sus
padres a otro país con otro idioma y que se pasa meses y años sin
hablar en el colegio por miedo a equivocarse, porque lo va a hacer
mal, porque sus compañeros se reirán. Es un hecho real.
O
comparemos con todas esas relaciones de pareja en las que pretenden
que la pareja actúe, diga y haga las cosas a su gusto, cumpliendo
expectativas, muchas veces desconocidas y sino hay enfado seguro. Es
bastante habitual. O la de horas que podemos estar dando vueltas a
unos grifos que hemos comprado y que no nos gusta como quedan con el
resto del baño (a las 5 de la mañana dije basta).
El
perfeccionismo nos ata a unos condicionantes muchas veces
desconocidos, el derecho a equivocarnos nos libera.
Libertad
para aprender (nadie nace sabiendo)
Libertad
para sentir y expresar lo que sentimos (coherencia y espontaneidad)
Libertad
para ser mas nosotros siguiendo nuestras propias expectativas
(autenticidad)
Libertad
para cambiar y ser también diferentes si es lo que queremos
(integración)
Libertad
para hacer las cosas sin juicios absolutistas: bien o mal.
(creatividad)
Libertad
para poder intentar algo una y otra vez (constancia, tenacidad)
Libertad
para cometer nuestras propias equivocaciones y asi poder ir
corrigiendo y alcanzar la maestría.
Le
he preguntado a mi marido: “¿Que te parece el articulo?” Y me ha
respondido: “Es casi perfecto”Jajaja, voy aprendiendo a redactar!
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