Todavía
no conozco a nadie que no lo sea.
Desde
que nacemos tenemos capacidades, discapacidades e incapacidades. Unas
todavía por desarrollar, otras que disminuirán a medida que
crecemos ( como la flexibilidad de cuando eramos bebé) y otras que
no desarrollaremos nunca (como tocar el ukelele, por ejemplo).
Hay
personas que tienen un hijo discapacitado y se deprimen de por vida y
hay otras que, aun así, son felices. Unas piensan en lo que no
pueden hacer sus hijos y las otras en lo que pueden, en lo que son.
Cuando
me rompí un brazo, me operaron mal y no pude recuperar el movimiento
completamente y, aunque parece algo tonto ahora, empecé a
reflexionar sobre el tema. Uno percibe primero lo que ha perdido, lo
que ya no tiene, lo que no puede hacer, pero ¿qué sentido tiene
quedarse pensando y lamentando eso que ya no existe? ¿Y el vaso
medio lleno? Así que mas tarde empecé a mirar lo que podía y no
podía hacer, y hasta dónde llegaban los demás. No estaban tan
flexibles como yo me había estado imaginando y había poca
diferencia entre mis dos brazos.
Empecé
a prestar más atención a los demás, a las distintas cualidades y
grados de desarrollo que tenemos.
Nuestra
constitución física y carácter, la cultura familiar y la social
orientan qué capacidades desarrollamos y cuáles perdemos:
Un
bebé a los 8 meses hace ya la selección de los sonidos de su
idioma.
Si
nacemos en una familia de bailarines probablemente bailaremos.
Y
la cultura y costumbres son diferentes si vives en una ciudad o en el
campo.
En
el colegio nos medían la inteligencia como si lo fuera todo. Bueno,
todavía siguen haciéndolo bastante. Y decidían que no podíamos
estudiar una carrera que luego hacíamos. Estamos en una cultura que
adora lo intelectual. Pero...
Howard
Gardner ya en 1983 habló de que el Coeficiente intelectual no puede
valorar el completo de las capacidades humanas. Desarrolló un
estudio que fue completando y que reconoce 16 tipos de inteligencias:
lingüística-verbal,
lógico-matemática,espacial-visual, corporal-kinestésica,
musical-rítmica, social, interpersonal, intrapersonal, naturista,
intuitiva, emocional, creativa, espiritual, existencial, práctica y
moral-ética.
Conocí
un a persona con un C.I. de más de 200 y era un caos emocionalmente.
El C.I. sólo mide 3 de ellas.
Os
propongo que echéis una mirada a esas 16 capacidades, o que
recordéis si hay alguna actividad que dejasteis porque no os saliese
bien, porque no gustaba a los demás o porque os hicisteis “mayores”.
Quizás te dijeron que lo hacías mal. Puede ser música, dibujo,
artesanía, estudiar, ...quizás bailar o aprender una canción.
Prueba, para ti, para disfrutar. Es posible que ya no puedas
dedicarte a ello profesionalmente, pero la posibilidad de disfrutar
sigue estando ahí. Da igual si cometes errores, nadie te va poner
nota. Atrévete, equivocarse es la única forma de aprender. Y la
práctica te permitirá llegar a un nivel suficiente como para
decirte: ¡No está nada mal!
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