Todos
tenemos problemas y tratamos de resolverlos, nos crean malestar, no
los queremos, incluso vamos a terapia.
Pero…
¿qué es un problema?
Un
problema es una dificultad para obtener algo que deseamos (a
veces no somos conscientes de qué es).
En
cualquier caso, hay algo en el presente que no queremos porque
estamos deseando que sea de otra manera.
Es
algo que consideramos que “está mal” y queremos que “esté
bien”.
Es
fácil comprobar esta definición: si aceptamos lo que hay en este
momento, en el presente, desaparece el problema.
Es
el camino que indican los grandes maestros de la humanidad y que nos
resistimos a seguir: Reconocer y aceptar lo que hay.
Y
he de reconocer que bastantes veces, cuando he hecho tope, cuando el
camino ha desaparecido, aceptar y reconocer lo que hay me ha
permitido conectar más profundamente con la realidad, he ganado
claridad, mi actitud ha cambiado y las circunstancias también.
Pero
como nos gusta luchar y conseguir por nosotros mismos las cosas, ¿qué
podemos hacer para resolver con efectividad los problemas?
1.Formular
con detalle el problema.
Acostumbramos a afrontar sólo emocionalmente los problemas y eso
hace que el 80% de las veces nos quedemos atascados.
Formular
el problema con detalle es reconocer qué quiero obtener, cuándo,
dónde, quienes están implicados, qué es necesario hacer y
cómo,...concretar lo máximo posible con el máximo de detalles.
Una
buena formulación del problema nos da la solución muchas veces.
2.
Lluvia de ideas. Esta segunda parte es más emocional. Valen
todo tipo de ideas, hasta las más locas. Pueden contener algún
detalle del problema que no habíamos percibido y tenido en cuenta.
3.Seleccionar
la mejor opción o combinación de ideas, teniendo en cuenta las
consecuencias de cada una.
¿Y
qué es lo que no nos va a ayudar a resolver los problemas?
- Centrarnos en lo que no queremos, en la dificultad, sin tener en cuenta que estamos deseando algo, quizás algo intangible, como un ideal. Es necesario reconocer y saber si es viable. Si es un imposible, dejemoslo pasar, volvamos al presente a reconocer y aceptar lo que hay.
- Luchar contra lo que no queremos como si eliminando eso bastase para nuestro bienestar. Cuando creamos un vacío en nuestro interior y no ponemos una alternativa en su lugar, tiende a volver lo que había.
- A veces un problema es la solución para otro problema. Si tengo dificultad para conseguir la compañía de las personas, una agorafobia me lo puede resolver.
- Pretender que nuestro objetivo parta de otra persona, que haga algo, que otra persona nos lo resuelva. Vamos a frustración directamente. Los objetivos han de partir de uno mismo. Y lo que hacemos diferente puede provocar que otro actúe de una u otra manera.
- Pretender resolver un problema que no está a nuestro alcance por la posición que ocupamos o que no nos pertenece. Necesitamos devolvérselo a la persona responsable de él (quizás a los padres o a un jefe) o buscar una posición desde la que tengas capacidad de actuar (quizás como abogado o mediador).
- Un problema puede esconder un miedo. Miedo al éxito, a que me vayan bien las cosas, a estar contento aunque los demás no lo estén,... Necesitamos conocer que miedo es, ponerle nombre. Cuando evitamos un miedo lo único que conseguimos es que crezca.
“Es
en los problemas donde se esconden las oportunidades”
Albert
Einstein
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