¿Qué
te mueve?, ¿qué te interesa más, una persona que está tranquila y
feliz o alguien que está con un problema y a quien crees que puedes
ayudar?
¿Qué
te aburre? ¿Qué evitas? ¿Eres capaz de estar simplemente mirando
un paisaje?
Hace
un tiempo atendí un niño que tenía unos 7 años. No le permitían
aburrirse, así que como podéis imaginar, no paraba quieto.
No
recuerdo qué le dije en un momento dado, y su respuesta fue
“amenazarme” con aburrirse. De verdad, realmente sonaba a
amenaza. “No me importa” le dije, y se paró sorprendido. Le
acababa de dar “permiso” para estar quieto.
También
acostumbraban a darle ordenes muy ambiguas como “Pórtate bien”.
¿Cómo se porta uno bien en una sesión con una psicóloga? Creo que
ni los adultos los sabemos. Esperé a ver cómo reaccionaba, y vi
que le entraba una enorme inquietud, todavía saltaba más por encima
de los sofás. A la tercera vez que se lo dijeron se puso a gritar,
no sabía cómo salir de ese conflicto. Necesitaba órdenes concretas
como “siéntate un ratito”.
¿Qué
nos motiva a movernos y qué nos motiva a quedarnos tranquilos y
quietos?
¿Qué
tolerancia tenemos con el movimiento de nuestros hijos y de su
tranquilidad y seriedad ( sí, los niños cuando juegan, lo hacen en
serio)?¿Y de la nuestra?
Los
niños van a hacer lo que más llame nuestra atención y estamos en
una cultura que sobre estimula y rechaza el aburrimiento. Mala
mezcla.
Está
poniéndose de moda la relajación y la meditación (o mindfulness).
El
aburrimiento también funciona, porque reduce la cantidad de estímulos
recibidos.
Los
niños no son como los imaginamos y nosotros tampoco. Funcionamos
desde las ideas y no nos conocemos demasiado. Miremos, escuchemos,
sintamos.
¿Qué
nos activa y qué nos desactiva? Si lo descubrimos, desaparecerán
los ansiolíticos, los antidepresivos, los somníferos. Dormiremos,
estaremos sanos, descansados y más felices.
Marta
Vidal, psicóloga, Valencia
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