El Blog de Psicología Alternativa

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sábado, 10 de septiembre de 2016

INDEPENDENCIA ES DIFERENTE DE AUTONOMIA

Nacemos dependientes y necesitamos a alguien para que atienda nuestras necesidades.
A los dos años, más o menos, empezamos a probar nuestra capacidad de atenderlas cuando decimos: “Yo solo”, al ponernos un abrigo o hacer algo, cuando llevamos la contraria y al no querer que nos ayuden. Es nuestra primera etapa de independencia. Hay una pequeña lucha.

Hay una pequeña lucha con las personas que nos atienden , que es un poco mayor cuando los padres son muy ayudadores, o es inexistente con los padres sobreprotectores (el niño se rinde).
De todas formas, la independencia va a ser siempre un enfrentamiento, con la dependencia y con aquellos que la sostienen mas allá de lo necesario para nuestra edad.

En paralelo, vamos desarrollando una autonomía, la capacidad de atender nuestras necesidades. La autonomía generalmente no esta en lucha, es algo interno, es un reconocimiento que nos da la tranquilidad de saber que, cuando necesitamos algo, lo podemos tener. Viene del entrenamiento de cuidarnos. Nos da paz.

Y otra diferencia entre ambos conceptos es que, mientras la persona autónoma no tiene ningún problema para dejarse ayudar o pedir ayuda, la persona independiente , como esta en lucha con la dependencia, tiene muchas dificultades para dejarse ayudar o delegar en otros.

Ocurre que cuando somos adultos, en nuestra cultura, muchas veces en las familias se dan dependencias cruzadas implícitas, (no habladas): “Yo cuido de ti y tú cuidas de mi”. Suele llevar a discusiones porque, o “no haces tanto por mi como yo por ti”, o “pretendo tenerte siempre disponible por si te necesito”, etc. Y es que se nos acusa de ser “egoístas” cuando atendemos nuestras propias necesidades.
En las familias con autonomía, en lugar de eso, hay la capacidad de compartir. Hay el reconocimiento de lo que es de cada uno, de sus capacidades y un trabajo en equipo para beneficio simultaneo de todos.

Y cuando somos adultos, quizás somos autónomos, pero no nos damos cuenta y vamos de independientes pensando que eso es ser adultos. Vivimos en una continua lucha con los demás, con la dependencia, no acabamos de reconocer nuestras capacidades y luchamos con nosotros mismos para superarnos. Vivimos en un continuo sobreesfuerzo. Porque: “¡claro, no somos unos críos dependientes!”
Pero la persona que se reconoce como autónoma se permite ser dependiente e independiente cuando lo cree necesario, no necesita luchar y vive mas relajada.

¿Cómo podemos pasar de la independencia a la autonomía para obtener mayor bienestar?
-No colgándonos de los demás y participando en el reparto de tareas caseras.
-Reconociendo los limites entre lo que nos corresponde a nosotros y lo que corresponde a otros. Encontrando los limites. Esto nos va a ahorrar muchas discusiones tanto en casa como en el trabajo. También se llama reparto de responsabilidades.
-Reconociendo nuestras necesidades y cuidándonos. Siendo lo suficientemente egoístas para atender nuestras necesidades y no colgarnos forma habitual de otro.
-Respetando las capacidades de los demás y reconociendo su autonomía. Es mejor no tratar de sentirnos útiles o imprescindibles creando personas dependientes a nuestro alrededor.
-Aprendiendo a trabajar en equipo valorando el trabajo realizado. Soltar el exceso de competitividad



Asumiendo el protagonismo de nuestra vida y eligiendo cómo queremos vivir. Estamos en una cultura que muchas veces cree que lo mejor es no hacer nada y que lo hagan los demás, y nos perdemos muchas gratificaciones de la vida.

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