El Blog de Psicología Alternativa

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lunes, 20 de noviembre de 2017

¿DÓNDE PONES TU INTERÉS?

¿Qué te mueve?, ¿qué te interesa más, una persona que está tranquila y feliz o alguien que está con un problema y a quien crees que puedes ayudar?

¿Qué te aburre? ¿Qué evitas? ¿Eres capaz de estar simplemente mirando un paisaje?

Hace un tiempo atendí un niño que tenía unos 7 años. No le permitían aburrirse, así que como podéis imaginar, no paraba quieto.
No recuerdo qué le dije en un momento dado, y su respuesta fue “amenazarme” con aburrirse. De verdad, realmente sonaba a amenaza. “No me importa” le dije, y se paró sorprendido. Le acababa de dar “permiso” para estar quieto.

También acostumbraban a darle ordenes muy ambiguas como “Pórtate bien”. ¿Cómo se porta uno bien en una sesión con una psicóloga? Creo que ni los adultos los sabemos. Esperé a ver cómo reaccionaba, y vi que le entraba una enorme inquietud, todavía saltaba más por encima de los sofás. A la tercera vez que se lo dijeron se puso a gritar, no sabía cómo salir de ese conflicto. Necesitaba órdenes concretas como “siéntate un ratito”.

¿Qué nos motiva a movernos y qué nos motiva a quedarnos tranquilos y quietos?
¿Qué tolerancia tenemos con el movimiento de nuestros hijos y de su tranquilidad y seriedad ( sí, los niños cuando juegan, lo hacen en serio)?¿Y de la nuestra?

Los niños van a hacer lo que más llame nuestra atención y estamos en una cultura que sobre estimula y rechaza el aburrimiento. Mala mezcla.

Está poniéndose de moda la relajación y la meditación (o mindfulness).
El aburrimiento también funciona, porque reduce la cantidad de estímulos recibidos.

Los niños no son como los imaginamos y nosotros tampoco. Funcionamos desde las ideas y no nos conocemos demasiado. Miremos, escuchemos, sintamos.

¿Qué nos activa y qué nos desactiva? Si lo descubrimos, desaparecerán los ansiolíticos, los antidepresivos, los somníferos. Dormiremos, estaremos sanos, descansados y más felices.


Marta Vidal, psicóloga, Valencia

miércoles, 8 de noviembre de 2017

ATRÉVETE A SER COBARDE

Si quieres eliminar tu vértigo y sentirte mas centrad@ y equilibrad@, ¡atrévete a ser cobarde!.

Está muy valorado en esta sociedad reaccionar ante las dificultades saliendo hacia delante.
La gente dice “yo soy muy atrevido”, “siempre tiro para delante”, “cuando tengo una dificultad no me quedo parada”, “no conozco el miedo”, “soy valiente”... ¿Y dar un paso hacia atrás? Eso no, eso es ser cobarde.

Pues una noticia: Para poder manejarse con los miedos es necesario permitirse reaccionar hacia delante, detenerse y hacia atrás, y reconocerse en ellos.

El miedo es una emoción básica de supervivencia, universal. El miedo nos informa de la relación que hay, en un momento determinado, entre el riesgo que presenta una situación y los recursos de que disponemos.
A partir de estos datos actuamos afrontando la situación, deteniéndonos o retirándonos de ella. Por lo menos cuando somos conscientes de lo que hacemos.

¿Qué pasa cuando nos acercamos a un acantilado? Hay personas que sienten vértigo y otras no. A qué se debe la diferencia? Los que mas vértigo sienten, curiosamente, son los más “atrevidos”, los que se identifican con tirar hacia delante cuando sienten miedo, y ser valientes.
El problema es que no miden, es una reacción aprendida y llevada al inconsciente, y ante el acantilado sienten también el impulso de tirarse para delante. No reconocen ni valoran su capacidad de dar un paso a atrás.

Cuando dejamos de funcionar sólo desde la cabeza y estamos conectados con nuestros instintos, podemos medir con facilidad esa relación riesgos-recursos. Si hay una barandilla nos acercamos con tranquilidad y nos podemos asomar sin sentir el impulso de tirarnos hacia delante, porque nos permitimos también dar un paso atrás o permanecer en el sitio ante una situación de riesgo. Nos guía el instinto de supervivencia.

Parece una tontería, ¿para qué se va a acercar uno a un acantilado?. Pues es que están apareciendo vértigos hasta para bajar escaleras, incapacitantes para llevar una vida normal.


Dicen que “el que se retira de la batalla a tiempo puede volver a ella”. Ser cobarde también es ser previsor.

jueves, 2 de noviembre de 2017

POR QUÉ LOS ADOLESCENTES HACEN LO QUE HACEN

El periodo de adolescencia es universal. Se parece más un adolescente a otro de la otra parte del mundo que a sus padres. El proceso de la adolescencia es instintivo y necesario para convertirse en adulto.

Hay un dicho hindú que dice algo así:
Cuando nace un niño, es un rey (los padres son “esclavos “ de sus necesidades), desde los 5 hasta los 15 años es un esclavo (aprende a obedecer a los padres para sobrevivir),
y a partir de los 15 años es un amigo.”(se convierte en un adulto como los padres).

El hecho es que nos sacan de nuestras casillas, de nuestra zona de confort, y cuesta aceptarlo. Es una etapa que es sobretodo incómoda porque tiene muchos cambios que afectan a todo el sistema familiar.

La adolescencia comienza con una oposición a casi todo lo que decimos o hacemos los padres. Están diciendo: “Yo soy yo porque soy diferente a vosotros”. Están en la búsqueda de una identidad propia y lo hacen mirando a los padres y haciendo algo diferente, muchas veces lo opuesto. Así que, aunque no lo parezca, van a estar muy atentos a lo que hagamos los padres para llevarnos la contraria, nos necesitan de guía.
Otra cosa que notaremos es que rechazan al progenitor del sexo opuesto, se distancian. Se acercan al padre o la madre de su mismo sexo y le toman de modelo. Y esa relación es buena, aunque sea para discutir. Sigue queriéndote, progenitor rechazado, lo que pasa es que necesita alejarse de tí para buscar el cariño en una pareja fuera de la familia. Más adelante volverán a acercarse, así que lo mejor es respetar esa distancia, facilitar su acercamiento a nuestra pareja, y relajarnos.

Tampoco se trata de que salgan ganando de las discusiones y que hagan lo que les de la gana. Necesitan más que nunca que les recordemos las normas, ya no tanto en plan “yo mando sobre ti” sino más bien como las reglas que hay en toda comunidad para regular que haya una convivencia sana.
¿Las van a discutir? Seguro. Y aquí hay que acordarse de que el sistema democrático es el que mejor funciona en las familias: Los padres piden opinión a los hijos, les escuchan y deciden en función del beneficio de todo el grupo.
¿Los hijos se enfadarán si no se les da la razón? Es posible, pero en 5 minutos se les ha pasado. Y esos enfados y discusiones les ayudan a sentirse diferentes a los padres, centrados en ellos mismos y encontrar los límites.

También necesitan hablar de ellos mismos. Preguntémosles su opinión sobre las cosas, lo que quieren hacer, qué les gusta, tratemos de mantener el diálogo con ellos. Va a ser mas fácil si nos acordamos de tratarles como iguales y no les decimos “lo que deben, tienen o hay que hacer”.

En la adolescencia se pasa de una relación jerárquica en la que mandan los padres a una entre iguales, igual de adulto, y autónomo.

La adolescencia es un periodo para soltar las dependencias de los padres, volverse al mundo, y con miedos al principio, normal, aprender a funcionar como un adulto.
A partir de ahora les corresponde asumir la responsabilidad de su vida y su futuro. Ellos necesitan que confiemos en que podrán hacerlo. Y nosotros necesitamos confiar en ellos para poder estar más tranquilos. Necesitan experimentar por sí mismos, equivocarse y corregir, ser considerados como adultos aunque lo sean sólo un poquito.
Es el periodo de mayor desarrollo neuronal de una persona. También a nivel emocional, las hormonas y los cambios físicos están influyendo mucho. Hay un cambio de imagen y una búsqueda de a qué grupo pertenezco yo ahora: Y pueden apuntarse a una tribu urbana. Tranquilos, generalmente la sueltan al hacerse adultos.

La última fase de la adolescencia, el paso a hacerse adulto conlleva el reconocimiento de las propias capacidades y autonomía, y un proyecto propio de futuro. Consiste en reconocer los propios gustos, lo que se necesita y lo que se quiere. La conciencia de que uno elige en cada momento sin tener que ser necesariamente por igualdad ni oposición a los demás. Se reconoce, respeta y se centra.

En esta sociedad rechazamos el enfado, las discusiones, ser diferente, estar solo, rebelarse, ¡tantas cosas imprescindibles para el adolescente! Y me han venido personas que todavía de adultos se sienten culpables por haber sido adolescentes, por “haber hecho pasárselo mal a los padres”. Hay personas que se sienten malos por haber sido desobedientes en la adolescencia.


Cuando no se vive la adolescencia plenamente, podemos encontrar en los adultos:
-falta de reconocimiento de si mismo, falta de identidad propia,
-dependencia emocional y perderse en la relación de pareja sin reconocerse como alguien diferente,
-oposición permanente, una personalidad boicoteadora hacia lo que hacen los demás, ni hacen ni dejan hacer,
-luchas de poder y un trato autoritario en relaciones entre iguales como las de pareja, de amistad y entre compañeros de trabajo,
-Búsqueda de los demás como guía en la vida, y falta de apoyo en uno mismo y autoestima.

¿Qué puede facilitar la adolescencia?

Haber recibido una educación consciente de que el objetivo principal no es estudiar esto o lo otro o “ser de mayor” algo. Uno ya “es alguien” desde el momento en el que nace. Si los padres van reconociendo en cada edad y situación las capacidades del niño y le van pasando las responsabilidades que le corresponden; si los padres le reconocen como ser humano, y le enseñan a valorar lo que piensan, hacen, sienten; si le dan protección pero no en exceso y van valorando su autonomía, llegará a la adolescencia con un buen bagaje. Y esta etapa pasará con bastante más suavidad.

He querido en este artículo explicar esos aspectos que no se suelen encontrar en los libros sobre adolescentes. Entender la adolescencia me ha dado tranquilidad, la tranquilidad de que muchas de las cosas que me pasaban con mis hijos se debían a que eso es lo que corresponde al momento, que no lo estaba haciendo tan mal y soltar bastante culpa. Me ha permitido ver la adolescencia como una etapa de aventuras y experiencias nuevas para ellos y soltar el exceso de protección. Y aprender con ellos.