Respiración
acelerada y presión en la parte alta del pecho, falta de aire,
sudoración, temblores, molestias digestivas o “nudo” en el
estomago, taquicardia, tensión muscular, hormigueo en brazos o
piernas, mareos, dificultad para atender, preocupaciones, distorsión
de la realidad,...hay muchos síntomas que reflejan el miedo,
ansiedad y las fobias.
Aunque
hay unos síntomas comunes, cada persona las vive de forma diferente.
Cuando
hice obras en casa y desmonté el tejado para subir otro piso,
pensando que no llovería, como estaba previsto, llegó una gota fría
que provocó que a media noche nos pusiéramos a recoger agua dentro
de casa. Entraba a raudales. Tuvimos que optar por colocar plásticos
grandes en el techo que desviaban el agua y volvía a salir por la
ventana. Entraba más que la que podíamos sacar.
Dos
meses más tarde volvió a llover. Ya estaba el tejado acabado hacia
tiempo, y, a mi, que me gustaban antes las tormentas y la lluvia, me
empezó a temblar todo el cuerpo hasta que dejó de llover. Sabía
que no podía pasarme nada, estaba segura, pero la memoria física
del estrés pasado estaba ahí.
Las
fobias son miedos irracionales, exagerados ante una persona, cosa,
animal o situación. Y no por saber que son
irreales se van. Una experiencia anterior, estrés, trauma, o
incluso, la empatía de un hijo con sus padres, puede llevar a
copiarlo, y cada vez que esté frente a ello, van a volver los
síntomas.
Tienen
bastante que ver con el significado que tiene para la persona.
Podemos
llegar a creer que gracias a estas fobias o a tener pensamientos
catastróficos estaremos más seguros, y que lo que hacemos nos ayuda
a prevenir un peligro.
Pues
no es así. Lo que sí es cierto es que el miedo y nuestros
pensamientos distorsionan la realidad. Y solemos comprobar después
que no era para tanto.
La
ansiedad es un miedo ante algo que va a ocurrir en el
futuro y suele producirse porque va acompañada de este tipo de
ideas catastróficas. Luego no ocurren simplemente porque son poco
probables, pero nos hacen creer que así nos protegemos y vamos
“coleccionando” fobias. Es una falsa creencia de seguridad
Vivimos
en un mundo de probabilidades, no de certezas. Y lo que sí
podemos hacer es actuar frente a algún riesgo para prevenir
consecuencias no deseadas. Por ejemplo:
Miedo
a enfermar si me voy de viaje. Recurso: informate de los medios que
hay donde vas y haz un pequeño botiquín.
Miedo
al ataque de una araña. Recurso: Recoge información de cómo es,
qué come, cómo vive, etc.
Conoce
aquello que temes. Un 80 % de las fobias se corrigen sólo con la
información, con el conocimiento de aquello que tememos.
Pensamos
muchas veces que conocer el origen ayuda a resolver el problema, pero
no es un elemento imprescindible en absoluto. A veces, al contrario,
puede darnos unas “ganancias secundarias”como pueda ser la
atención de alguien, compañía, que dificulte la eliminación de la
fobia.
De
todos modos plantéate qué fobias quieres eliminar, no es
necesario quitarlas todas, algunas pueden seguir ahí. Por
ejemplo la fobia a las montañas rusas. Puedes optar por no subir y
ya está. Tu vida no va a cambiar mucho por ello.
La
necesidad de la persona de eliminar la fobia es muy importante
para que sean efectivas las técnicas. Si tienes miedo a conducir,
pero eliges vivir en el campo, conducirás y resolverás rápido la
fobia. Si quieres volver a conducir pero no tienes previsto ni
necesitas hacerlo, es poco probable que te apetezca ni siquiera
intentarlo.
¿Qué
podemos hacer con el miedo, la ansiedad y las fobias cuando decidimos
quitarlas?
El
miedo es la emoción que nos protege, es una emoción
básica indispensable para la supervivencia. Nos dá
información del peligro de una situación y los recursos de que
disponemos. Sólo necesitamos atenderle y actuar según conviene,
acercándonos, alejándonos o quedándonos quietos. Aprender a
graduar nuestra acción en función de los recursos.
La
ansiedad es miedo orientado al futuro, a algo que va a suceder,
deseado o no. Para controlarla, para manejar la ansiedad, hay
varias técnicas, entre ellas:
-Aprender
a respirar profundamente. Cada emoción tiene un tipo de
respiración asociado, y si aprendemos a relajarla nos podemos
manejar con más facilidad con las emociones.
-Atender
a lo que percibo en este momento y que me rodea: que veo, oigo,
siento, lo más concretamente posible. De esta forma nos centramos en
el ahora, en lo real, salimos de los pensamientos catastróficos
futuros. Así nos serenamos con bastante facilidad.
-Aprender
a reconocer nuestros recursos frente a las diferentes
situaciones.
-Aprender
a manejarnos con los pensamientos que nos llegan y dejarlos
pasar.
En
cualquier caso, el trabajo con los miedos requiere afrontarlos más
que enfrentarse a ellos. Si huimos les damos fuerza, les damos
razones para existir.
Cuando
miramos y recogemos información de lo que tememos, de forma gradual,
vamos disolviendo esos temores.
La
exposición progresiva a las fobias permite
solucionar esas reacciones físicas características que surgen a
partir de una experiencia, sin pensamientos que las provoquen.
Consiste
en ir exponiéndose y acercándose progresivamente a lo temido, poco
a poco, a medida que vamos soltando los síntomas.
Yo
pude resolver la fobia con esta técnica. Me mantenía mirando la
lluvia, no hizo falta ni mojarme, centrada en mi respiración hasta
que los síntomas se aliviaban. No intentaba que se me pasara en una
sola vez. En cuatro días de lluvia volví a disfrutar de ella otra
vez.