El Blog de Psicología Alternativa

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viernes, 29 de septiembre de 2017

EL ALTRUISMO QUE NOS SOBREPASA

Tenemos sobrevalorado el altruismo, cuando es causa de muchos vacíos internos y adicciones.
Consideramos que es amor “sacrificarse por los hijos” o “perder la vida” para vivir la de los hijos (esto último lo dicen más los hombres). Posiblemente es consecuencia de la cultura cristiana y porque nos venden en la televisión los superhéroes o héroes que se sacrifican y mueren por los demás y son adorados. Pero no nos dicen toda la verdad.

Según la Rae, altruismo significa:Diligencia en procurar el bien ajeno aún a costa del propio”. También encontramos definiciones que tratan de suavizar eso de perjudicarse para beneficiar a otro y giran la definición hacia generosidad, en una distorsión de la realidad.

El altruismo comienza a desarrollarse a los 18 meses según las investigaciones realizadas, y en esa edad tiene un sentido. Es cuando los niños se dan cuenta de que son alguien diferente de los demás. Es su primera etapa de independencia, y cuando toman conciencia de su dependencia de los mayores.
En un niño, el altruismo tiene coherencia con el instinto de supervivencia. Lo que necesita sólo lo puede obtener a través de los otros, de sus padres, y por ello es imprescindible que ellos tengan prioridad antes que él mismo. Trata de complacerles y hacer lo que quieran para obtener su atención, su amor. Luego, a medida que va creciendo, va aprendiendo a ser autónomo y colaborar con el grupo.

Cuando soy adulto, es mi responsabilidad atender mis necesidades. Si mi educación ha sido la correcta, habré aprendido que “hacer por los demás lo que quiero que hagan por mí” ya no vale, es todavía infantil, salvo que lo haya pactado verbal y claramente antes con otro.
El nivel adulto de moral y ética es “tratar de obtener el mayor el bienestar de todos los que forman parte de la situación o el grupo al que pertenezco, incluido yo”.
Ya no funciona intentar que el otro tenga bienestar para poder tenerlo yo. Puedo cuidar mi bienestar y, después, trasmitir o ayudar a que los demás también lo tengan, y eso sí que funciona porque tengo la capacidad para hacerlo.

Compruébalo: Nos pasamos la vida tratando de complacer a los demás, buscando una devolución que no obtenemos. ¿Te has preguntado cuántas veces consigues complacer a los demás? Y si lo logras, ¿cuánto dura el efecto? Suele ser casi siempre la misma respuesta.

Habrá quien se diga que a veces hay que anteponer a alguien o hacer un sacrificio. Si, claro, a veces si. Pero es necesario que el sacrificio sea una decisión consciente. Si yo dejo algo mio para atender a otro, es necesario que me de cuenta de que es mi elección. En caso contrario paso al otro mi responsabilidad, “lo hago por ti”, cuando posiblemente ni te lo ha pedido. Cuando la decisión es consciente, he elegido lo que prefiero hacer, no pierdo mi protagonismo, y lo puedo hacer con alegría y bienestar.
El sacrificio , como el estrés, ha de ser una situación puntual, que soltemos y nos podamos relajar, no un estado mantenido en el tiempo.
Para los católicos: Incluso Jesús, tan relacionado con el sacrificio por la Iglesia, dijo: “Ama al otro como a ti mismo” Ni menos ni tampoco más.

El problema principal es cuando me hago adulto y, sin darme cuenta, sigo esperando que los demás me den lo que ya me corresponde a mi obtener, cuando sigo pensando que la vida es un “toma y daca”, cuando no reconozco que mi vida es mía y que soy el protagonista principal, el responsable principal.
El problema es cuando sigo dando y dando para que me den, para que me devuelvan, y al otro lo voy avasallando y agobiando con tanto dar y se siente incapaz de hacer otra cosa que recibir, ...le supone demasiada lucha equilibrar eso.
El problema es que ya estoy tan entrenado a dar, que ni me doy cuenta de que quizás no me permito recibir, “yo soy generoso, no soy egoísta”.
Y el problema es que voy creándome un vacío interno. Quizás empezó a aparecer con los déficits que pudieran tener mis padres, y que sigo manteniendo con esa costumbre de no atenderme.
Y el problema es que a veces todavía me surge una voz interna saludable que dice “¿Y yo qué?”, que busca el equilibrio, pero no la dejo salir. No me permito ser egoísta, pensar en mi, darme lo que necesito, “me rechazarán”.
Y otras veces siento rabia hacia el otro que tiene lo que yo no tengo ( quizás se lo acabo de dar yo), y no me permito expresarla, no la entiendo.
Y en el peor de los casos, esa rabia que no puedo expresar la vuelvo contra mi, y la convierto en críticas y reproches. El vacío de cariño y bienestar en mi interior es muuuuy grande.
Entonces evito encontrarme con todo eso que me crea malestar y evito estar solo, así no me pongo a “pensar” o, por el contrario, me alejo de todos, me aíslo para no obligarme a atender a nadie, desconectar del conflicto interno, y bebo, fumo, trato de llenar ese vacío que siento en mi interior, muchas veces con adicciones, ... hay muchas alternativas y no suelen ser saludables.

¿Qué puedo hacer?

Dejar de huir de mi mism@. Empezar a darme por lo menos lo mismo que doy a los demás.
Atender a qué siento y escribir, vaciar en el papel lo que siento, mi malestar. El acto de escribir me va equilibrando emocionalmente. Necesito permitirme sentir la rabia para aprender a manejarla. Si quiero aprender a utilizar un recurso necesito reconocerlo y tomarlo.
Conocer, sentir el vacío, la soledad, el aburrimiento y darme cuenta que me asustaba mi propia huida.
Escuchar mis pensamientos dándome cuenta de que yo no soy ellos y que puedo elegir si los atiendo o los dejo pasar.
Aprender a defenderme de lo que me digo que me perjudica y que sólo suele ser verdad en parte. Convertir los reproches y la critica machacona en algo que me pueda servir.
Sentir mi cuerpo, mi respiración, y hacer un poco de ejercicio que seguro que me ayuda a estar mejor y equilibrar mente, emoción y físico.
Empezar a reconocer que mi vida es mía y a elegir que quiero hacer con ella.
Dejar de vivir la vida como una obligación: “Tienes que, has de, debes,...” y elegir y tomar decisiones, también, en función de lo que me apetece, quiero y necesito. Cuando uno es adulto siempre elige, incluso cuando deja que los demás elijan por el.
Darme permiso para dejar de ser siempre fuerte, valiente y generoso. Permitirme ser a veces vulnerable y otras fuerte, dar y recibir, cobarde y valiente, generoso y egoísta, por lo menos lo suficiente para cubrir mis necesidades básicas.
Crearme un ambiente de bienestar que genera salud y disfrute.

Es un regalo para un hijo que sus padres se cuiden y atiendan, que valoren su vida y la enriquezcan, y enseñen con el ejemplo a respetarse y amarse.


Marta Vidal Ginestal

Psicóloga-Valencia

domingo, 3 de septiembre de 2017

¿MAL O BIEN?

Bien y mal es la clasificación que solemos tener para enjuiciar las cosas y, claro, sólo tenemos dos opciones. Así que, si las cosas no están bien, es porque están mal, y si no están mal será porque están bien. Como mucho pasarán a ser normal o regular.
Es terriblemente limitante y nos cierra conciencia a la realidad.

Una discusión con un compañero de trabajo puede convertir nuestro buen día en uno malo y arrastrar nuestro mal humor hasta el día siguiente.
Si nos paramos a sentir cómo estamos empiezan a venirnos palabras. No es fácil, no lo hacemos habitualmente. Quizás podemos estar simplemente irritados con su actitud, o en desacuerdo con lo que dice, de mal humor o enfurruñados. Es mas fácil cambiar un estado de mal humor que todo “un mal día”.

O también me ha ocurrido preguntar a una persona que tenía una enfermedad crónica dolorosa cómo estaba y decirme:
-“Bien”.
¿Y eso qué significa?
-“¿Cómo estás, qué sientes?” pregunto otra vez.
-“Como siempre, estoy acostumbrada”me responde.
-“¿Cómo estás ahora, en estos momentos? insisto. Y entonces suelta el automático, se pone a prestar atención a lo que siente y me dice sorprendida:
-“¡No me duele nada!”. No lo había percibido.

Mal y bien es un juicio de valor.
Mal significa posiblemente que una situación o algo no nos gusta, no lo aprobamos, lo rechazamos. O simplemente que un pequeño hecho, un detalle, ha oscurecido algo mas amplio.
Bien significa que algo a lo que estamos acostumbrados, habitual, dentro de nuestra zona de confort, sigue igual o que ha sucedido algo que nos gusta, que nos alegra.

Muy posiblemente tengáis otras definiciones para bien y mal, porque, a pesar de lo que creemos, es muy subjetivo. No hay nada absoluto al 100%, está demostrado.

No vivimos en un mundo de certezas, ni absolutismos. Vivimos en un mundo de probabilidades, donde lo bueno y lo malo suele estar relacionado, sobretodo, con el momento, las personas, el exceso o la escasez, ...o simplemente con nuestro estado de humor y lo que deseamos.